jueves, 31 de marzo de 2011

Otra tarde más de lluvia, encerrada en casa. Por suerte ahí estaba mi abuelo, dispuesto a contarme historias. Yo no sé cómo lo hace, pero siempre tiene una que contarme. La de aquella tarde era así:
Año 1940, Segunda Guerra Mundial, Alemania dominaba diversos países de Europa (Dinamarca, Noruega, Bélgica y otros). A parte de haber guerra en Alemania estaban cometiendo un error, este es que estaban matando a miles de personas, que no les hicieron nada, los judíos. Los alemanes decían que eran otra raza, tenían diferente cultura y que se propagaban como las infecciones. Los alemanes crearon campos, grandes campos, pero de concentración. Allí los metían, les obligaban a hacer trabajos forzosos y finalmente los mataban.
Pues bien, allí tiene lugar la historia en un campo de concentración y en el año 1940.
Un nuevo grupo de judíos llegaba al campo de concentración, entre 120 personas un niño polaco que iba con su padre. Este niño se llamaba August, tenía 7 años y tenía mucho miedo. Nada más llegar pusieron a todos en fila, les quitaron la ropa y les dieron un mono de trabajo viejo, sucio y usado. Todos se lo pusieron menos un hombre que antes de dárselo se echó a correr hacia ninguna dirección, con la intención de escapar (cosa que sabía que no conseguiría), un soldado le agarró y se lo llevó hacia un pequeño edificio apartado, con una mala impresión. Nadie sabía que
le harían, pero poco después de entrar se empezaron a oír voces y golpes; allí pegaban latigazos como castigo, hacían contar al prisionero el número de latigazos que le daban, en alemán y si se confundía empezaban de nuevo.
Tras oír los gritos les llevaron a todos a barracón, donde durmieron. A las 5 de la mañana despertaron a todos y los llevaron a la cantera incluyendo al pequeño August, pero él se dedicó a investigar por la zona y de repente vio una franja de humo negro en el cielo y un extraño olor le llegó, él no sabía que se trataba de la cremación de cadáveres de otros judíos. Llegó la tarde y todos se fueron a comer, el pequeño niño buscó a su padre para estar con él, pero no lo veía por ningún lado. Por la noche en la barracón fue a su cama y tampoco estaba. No entendía muchas cosas, pero lo primero que le vino a la cabeza fueron los gritos del hombre al que pegaron al llegar. Rompió a llorar y el resto de los hombres de la habitación le mandaron calmarse y dormir.
El siguiente día no los llevaron a la cantera, es más no les dejaron salir sino que les arrastraron y pegaron hacia el patio que estaba encharcado por la abundante lluvia que comenzó a caer en ese instante. Pusieron a todos en fila y les dijeron que iban a llevarlos a que se dieran una ducha, August estaba asustado y un joven que tenía al lado lo vio y le sonrió para que estuviera más tranquilo. No sabían que les iba a pasar les metieron en la cámara, les obligaron a quitarse la ropa y les encerraron. Todos murieron incluido el pequeño August, pero no fue el único muchos judíos, polacos y gente que los alemanes consideraban de otra raza.

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